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EN EL ADIOS A MANUEL FRAGA

Como le dijo Felipe González desde la tribuna del Parlamento, a Manuel Fraga le cabía todo el Estado en la cabeza. El político austero, trabajador y honesto, que nos acaba de dejar, fue también uno de los pocos hombres públicos que supo evolucionar junto a la Sociedad a la que pertenecía y en la que incluso llegó a ponerse al frente en diversas ocasiones… Todo esto ya lo sabemos y el diluvio mediático de estos días, nos lo ha confirmado sobradamente. Pero, en lo que respecta a nuestro Gremio, se conoce poco la incidencia de que Fraga tuvo en el desarrollo del Sector del Juego en España…
Como le dijo Felipe González desde la tribuna del Parlamento, a Manuel Fraga le cabía todo el Estado en la cabeza. El político austero, trabajador y honesto, que nos acaba de dejar, fue también uno de los pocos hombres públicos que supo evolucionar junto a la Sociedad a la que pertenecía y en la que incluso llegó a ponerse al frente en diversas ocasiones… Todo esto ya lo sabemos y el diluvio mediático de estos días, nos lo ha confirmado sobradamente. Pero, en lo que respecta a nuestro Gremio, se conoce poco la incidencia de que Fraga tuvo en el desarrollo del Sector del Juego en España.

En la década de los 60 el Juego no estaba bien visto socialmente. En esos años en los que Fraga era el todopoderoso Ministro de Información y Turismo, nuestra actividad era poco menos que tachada de mafia controlada por organizaciones criminales. Y aún cuando ya existían los Bancos, con muy buena reputación por cierto, nadie o casi nadie osaba alzar su voz para pedir la legalización de los juegos de suerte, envite y azar. Baste decir que en Gran Bretaña se había legalizado justo en 1960 y que sólo existía en unos pocos países y ello con notables restricciones a la libertad.

Y en este contexto, comenzó a moverse una corriente de opinión favorable a la autorización con fines y argumentos turísticos. Pero Fraga no estaba por la labor. En una rueda de prensa, ofrecida en Albacete, inesperadamente alguien preguntó al Ministro sobre el tema y don Manuel fue tajante: “Mientras yo sea Ministro, no pediré nunca el juego como medio de promocionar el turismo. Conozco bien el pensamiento del Caudillo, de los ministros y, sobre todo, el mío propio y puedo decir que el juego es como vender el alma al diablo”.

No fue, efectivamente, un comienzo prometedor y aunque años después reconociera haber estudiado el régimen belga de juego autorizado en el Casino de Ostende, donde sólo se permitía la entrada a los extranjeros, Fraga estaba convencido de que el peculiar carácter de los españoles propiciaría una auténtica fuente de disgustos: “Surgirían, a las puertas de los casinos, disputas promovidas por quienes no se conformarían con que no les dejasen jugar”. Además, existían razones hacendísticas en un país en el que la Lotería y las Quinielas estaban – en palabras del propio Fraga – “legalizadas y moralizadas”.

Pero la libertad civil del juego iba a imponer su propia dinámica por encima de nuestro personaje. En sus años de destierro político en Londres, en aquella España de las postrimerías del Franquismo, los españoles comenzaron tímidamente a jugar… Lo hicieron al Bingo, en el madrileño pub Oliver, con cartones que tachaban con arandelas metálicas y después en el Círculo Mercantil y las Casas Regionales… También algunos Gobernadores Civiles autorizaron con fines presumiblemente benéficos partidas puntuales y hasta máquinas “C” en fines de semana…

No obstante, el verdadero “boom” preconstitucional del Juego se produjo tras la muerte de Franco y siendo Fraga Ministro de la Gobernación del primer Gobierno de la Monarquía. Fue la famosa época denominada de la “tolerancia” . Bingos, Boletos y Máquinas ( de puntos, por cierto ) se extendieron a lo largo y ancho de nuestra geografía con un empuje indescriptible. Según contaba en mi primer artículo sobre juego, escrito en 1976, yo mismo contabilicé nada menos que 286 bingos en el corto trayecto del Aeropuerto de Málaga hasta Benalmádena. Todos los bares y cafeterías tenían su pequeño gran bingo…

Fraga lo toleró en 1976 y Suárez lo autorizó en 1977… Incluso dice la leyenda nunca confirmada que gran parte de los beneficios de aquellos bingos “tolerados” se destinaron a la creación de Alianza Popular…Es dudoso que aquello fuera cierto y mucho más dudoso que, de serlo, Fraga lo supiera y lo aceptara. Pero, finalmente, lo que no tiene ninguna duda es lo que el propio Fraga declaró a AZAR en la entrevista exclusiva que la Revista le hiciera en junio de 1989 y que, en pocas palabras, se resume en que pedía una Ley del Juego y acusaba a los socialistas de utilizar nuestro Sector con la única finalidad de cobrar más impuestos. Más claro agua. Descanse en paz.

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