Ronalditos sectoriales

Hago del Sector mi particular ambrosía y cordialmente despido a los ángeles de agosto mientras miro de reojo a los demonios de septiembre. Todos los años tengo la misma sensación de vuelta al Colegio gremial del Juego y ni la crisis, ni la desnuda fragilidad de la información, me someten a cosa distinta que no sea contraria a la percepción general…

Hago del Sector mi particular ambrosía y cordialmente despido a los ángeles de agosto mientras miro de reojo a los demonios de septiembre. Todos los años tengo la misma sensación de vuelta al Colegio gremial del Juego y ni la crisis, ni la desnuda fragilidad de la información, me someten a cosa distinta que no sea contraria a la percepción general.

No pretendo tener siempre razón, pero la dignidad del oficio me obliga a dar brazadas contra la corriente. El Sector, mi Sector, sigue encasquillado en palabras y actitudes que buscan recomponer el brillante equilibrio de los años de bonanza. Constituyen una sinfonía de tambores y trompetas que pregonan el seductor aroma de la pretendida letanía del éxito.

Contingentación, impugnación, distancia, congreso, exposición… No hay ruibargo ni medicina alguna que cure la nostalgia del triunfo, porque el triunfo no puede ser un concepto estático e imperecedero. La dinámica de los acontecimientos exige amarrar cuanto se pueda las cuerdas del propio valor y despojarse del vendaje de una perdida Historia que nos fue adorablemente favorable.

No hay, sin embargo, espacio para la tribulación aunque sí para la reflexión. Por poner un ejemplo, nuestro Sector no puede vivir episodios de niñitos caprichosos como el que está protagonizando el gilipollas ese que juega en el Real Madrid, que ahora dice que está triste… Seguramente porque no es consciente o no tiene bastante con la juventud, la salud,, la riqueza o los coitos con la parienta y similares… Y si digo esto es porque hay más de uno en el Sector con la tentación de ser nuestro particular Ronaldito.