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EN EXCLUSIVA para el nuevo número de la Revista AZAR José Antonio Gómez Yáñez nos habla del cuadro de Vilmos Huszar, todo un descubrimiento para el sociólogo

El Juego o los jugadores de Bacarrá, un cuadro arrinconado

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En el último artículo de la sección El Arte del Juego, José Antonio Gómez Yáñez destaca la obra “Jugadores de bacarrá” del artista Vilmos Huszar, que yace actualmente en el almacén del Thyssen Bornemisza. La pintura, de 1926, sobrecogió a Yáñez desde el primer momento que lo descubrió. Esta retrata la tensión del juego mediante formas geométricas abstractas y expresiones faciales de una manera que a muchos hipnotiza bajo su influjo.

Hace unos años, una administración pública me encargó encontrar utilidad para un edificio en chasis, a sus nuevos responsables no les gustaba -con razón- el destino que el gobierno anterior había previsto. El edificio tiene una ubicación discutible, pero no carece de empaque, dimensiones y posibilidades como centro de arte, aunque recomendé que no de arte moderno o contemporáneo, España está llena de ellos, muchos poco relevantes. Sugerí que buscaran un acuerdo con alguno de los grandes museos nacionales para aprovechar su imagen de marca y parte de sus fondos no expuestos, miles de cuadros u objetos de valor inapreciable, lamentablemente postergados por falta de espacio en sus sedes, relegados a las penumbras. La idea tropezó con resistencias por parte de estos museos, así que la solución fue poco satisfactoria. Recuerdan aquello de “todos que rían un Calatrava”, y no sabían qué hacer con él, pues es verdad.

Entre los fondos no expuestos del Thyssen Bornemisza tropecé con este “bacarrá” del húngaro -austrohúngaro- Vilmos Huszar (Budapest, 1884 – Hierden, Holanda, 1960), que marchó a Holanda en 1906, donde conoció a Piet Mondrian, gran impulsor de la abstracción, y quedó dominado por su influjo. Incluso hoy el cuadro no está expuesto y yace en el almacén del museo, bueno, al menos, hay una referencia en su web.

Huszar fue un artista polifacético. Es fácil ver en este cuadro su dominio de la síntesis: los jugadores se condensan en formas geométricas abstractas rodeando el tapete verde, las fichas y los naipes, pero los ojos, lo esencial del cuadro, transmiten distintas actitudes: interés, avidez, curiosidad, desdén, desinterés, alguno parece jugárselo todo a la carta siguiente; otro, que siempre he identificado como una mujer, mira al espectador con indiferencia hacia el juego -parece que su interés estuviera en la galería, en los espectadores, más allá de la mesa-. El conjunto se arracima alrededor de la mesa. La partida está en la incertidumbre: en el tapete, dos seises, picas y corazones (rojos y negros, estética y simetría). Casi todos los espectadores miran la mesa, alguno parece hacerlo de soslayo, como si pasara por allí, sin demasiado interés. Retuve este cuadro en la memoria porque me pareció uno de los más didácticos que he visto sobre el arte abstracto, creo que transmite la tensión del juego.

Huszar lo pintó en 1926, en 1934 se vendió a Cornelius Bruynzeel, un gran industrial de mobiliario para almacenaje, cuya empresa aún sigue en activo.

Según la ficha del Thyssen Bornemisza, el cuadro se denominó primero Jugadores de bacarrá, tal vez Bruynzeel le cambió la denominación a Juego de Bacarrá. La ambigüedad está justificada: según se contemple el cuadro resal tan los jugadores o el juego. Mi mirada, según se deduce de un párrafo anterior, oscila entre la mesa y los naipes y los jugadores, ninguno domina, forman parte de un conjunto en tensión, casi obliga a ir de unos a otros. Capta muy bien la esencia de los juegos: tan importantes son los naipes como quién los maneja. Las cartas no predestinan la partida, sólo son instrumentos en manos de los jugadores. La expresión de las miradas y las actitudes de los cuerpos son “informaciones” fundamentales para saber qué pasará, quién domina el juego, quién ha caído por allí por casualidad o será superado por el devenir de los acontecimientos.

Huszar transitó por varios “escuelas” pictóricas de las vanguardias, pero su trabajo más conocido fue el diseño de la imagen de la marca de cigarrillos “Miss Blanche Virginia” en 1926. Su primer diseño fue Yellow label, al que siguieron varios más en una evolución muy coherente. Otra vez, su capacidad de síntesis destaca y su dominio de los trazos. Con apenas unos rasgos transmite la imagen de una mujer moderna y elegante, puros años 20, lindando con el art decó, fumar era un ejemplo de la libertad que con quistaron las mujeres en los años 20. Observen en el canto de la cajetilla unos cuadritos que parecen directamente salidos de un cuadro de Mondrian.

Hizo también experimentos con muñecas mecánicas y fue un fotógrafo reconocido. Pero buena parte de su obra se ha perdido o permanece arrinconada.

VER REVISTA AZAR 471

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