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EN EXCLUSIVA para el nuevo número de la Revista AZAR José Antonio Gómez Yáñez nos ofrece un análisis personal de esta famosa serie de cuadros basados en el Juego

“Los Jugadores de Cartas” de Paul Cézanne: el Juego como algo importante

Jóse Antonio Gómez Yáñez

El último número de la Revista AZAR incluye una nueva entrega de “El Arte del Juego”. En esta ocasión, José Antonio Gómez Yáñez nos acerca la vida y obra del conocido pintor Paul Cezanne, y cómo supo plasmar la magia del Juego en su popular serie “Los jugadores de cartas”.

El Arte del Juego

Paul Cezanne (1839-1906) ocupa un lugar estelar en la transformación de la pintura del último tercio del siglo XIX. Casi en paralelo con otros de su generación (Gaugin, Pissarro, Monet, Manet, Renoir, Matisse, …, nombres que han llenado la historia de la pintura), protagoniza la rebelión contra las formas academicistas. La pintura, desplazada por la precisión de la fotografía, busca un nuevo camino en el énfasis en los colores y en la depuración de las formas geométricas como vías de expresión de las emociones. Se trata de añadir una representación interior de la realidad, no sólo reflejarla. Se produjo un choque entre el clasicismo y estos pintores. Esta generación alumbrará el impresionismo como vía de salida del clasicismo, primer paso hacia las vanguardias: cubismo, simbolismo, fauvismo, abstracción, etc., que de una forma u otra tomarán a Paul Cézanne como referente. Es un periodo en el que la pintura se desprende de la idea de representar la realidad para dar paso a la de la pintura como un valor por sí misma, deja de ser narrativa o descriptiva, para cobrar relieve su belleza o significación emocional o intelectualizada. Este choque y nueva visión son el origen de las vanguardias.

En este cruce de caminos, la posición de Cezanne fue muy singular. Su padre, Louis Auguste Cézanne, un negociante de sombreros devenido en banquero, que se enriqueció con la crisis de 1848, financió su carrera, le legó una apreciable fortuna, y le apoyó en sus experimentos pictóricos. Acudió a la escuela de artes de Aix en Provence, mostrando su maestría en el terreno del clasicismo. Como todos los pintores franceses -y españoles- de la época buscó en París inspiración, amigos y reconocimiento. Participó en las primeras exposiciones impresionistas (1861, etc.), pero con escaso éxito, así que retornó a su Provenza natal, a Aix en Provence, al pequeño puerto de Le Estaque, al entorno de su montaña querida Santa Victoria, a su luz provenzal mediterránea. Allí, su estilo evolucionaría en soledad -tal vez aislamiento o ensimismamiento-, a partir de 1869, se libera del clasicismo. Con el correr los años, una exposición de su obra organizada por un marchante, desencadenó la curiosidad y el reconocimiento de los pintores establecidos en París. A finales del XIX hay un cuadro que muestra a las principales figuras de la pintura francesa de la época admirando uno de sus bodegones. Se convirtió en uno de los pintores más reconocidos y fuente de inspiración para las nuevas corrientes, Picasso, Braque o Kandinsky lo reconocieron como inspirador.

Ya se deduce que Cézanne llevó una vida solitaria, dejándose llevar por sus obsesiones. Trabajó infatigablemente en los temas que le gustaban: los paisajes provenzales: pintó cientos de veces la montaña de Santa Victoria, cercana a su residencia; también el pequeño puerto de La Estaque, bodegones con los que experimentó en la ruptura de las perspectivas (con manzanas inevitables), retratos de familiares y amigos. Es innegable que en su pintura había algo obsesivo, tal vez la repetición de temas le llevó a investigar nuevas formas de plasmarlos alterando perspectivas, colores, formas de representación, etc.

Su pintura se aclaró y quedó dominada por colores claros e intensos y por líneas depuradas. Por ejemplo, al revés que otros impresionistas, que reflejaban las olas del mar, Cézanne lo representaba como una espesa masa azul con líneas de horizonte inestables. Conseguía una extraña atracción hacia su pintura. Sus efectos de luz lo alejaban del impresionismo desarrollando un estilo muy característico -con una técnica sofisticada-, que acabó denominándose postimpresionismo, abriendo paso a los ismos posteriores.

En este entorno solitario, tal vez obsesivo, se sitúan sus “jugadores de cartas”, repetido en ocho cuadros y decenas de bocetos.

La escena se repite, dos jugadores de cartas concentrados en un bar bajo la mirada atenta de varios espectadores, que desaparecen progresivamente en versiones sucesivas, con ligeros cambios de perspectiva y de luminosidad. Acaban sustituidos por el fondo neblinoso de una ventana con una botella de vino en la que se refleja la luz exterior. La atención de Cézanne se va condensando en los jugadores. Los personajes, la mesa, el decorado y el tapete cambian, incluso los jugadores parecen cambiar, pero su expresión de intensa concentración es la misma: el juego es un entretenimiento, pero también es importante para ellos. En las partidas de naipes hay acumulación de saber, no se juega al tun tun. En el juego hay algo personal, una demostración de maestría, de saber sacar el mayor partido de las buenas cartas y de evitar la derrota incluso con malas cartas. Incluso en los juegos de suerte, el “saber hacer” es relevante, puede invertir el resultado si se “saben jugar” las cartas. Para los dos personajes, seguramente, dos amigos, el juego es algo importante, no un entretenimiento que se pueda dejar a la ventura.

Hay algo personal en él. Es posible que Cézanne tratara de reflejar esto en la serie. Comienza con espectadores de la taberna, lo que parece sugerir “la importancia” de la partida o la maestría reconocida a los jugadores que suscitan la atención de otros asistentes a la taberna, al prolongar la serie los personajes se concentran en sólo los dos. La acción se condensa, más allá de la importancia o distracción que puedan representar los espectadores, elementos secundarios de la escena.

Estos cuadros se han convertido en referentes de la pintura moderna. En 2012 la familia real de Qatar adquirió una de las versiones por casi 200 Millones de euros. Hoy se exponen en grandes museos. Les dejo las cuatro versiones más conocidas.

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